Inés Ballesteros - Psicóloga en Tenerife

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El camino para sanar necesita incluir el  «perdón» por lo que hicimos o dejamos de hacer para poder avanzar.

No nos damos cuenta de la carga que llevamos, notamos el peso de las preocupaciones,de  las obligaciones que nos imponen y las que nos imponemos, de los sentimientos dolorosos, y sin embargo no paramos para aliviar la carga.

Hoy quiero compartir una experiencia con una paciente, que empieza a sanar, que ha recorrido con paso lento el camino que la aleja del sufrimiento,y aunque ha sido dolorosa la andadura hoy me mira y me dice «estoy mejor».

El último día hicimos un ejercicio sobre el «perdón» para seguir impulsando el avance, un ejercicio donde el protagonismo lo tomaba el contacto tierno con ella, un contacto que le había sido negado en innumerables ocasiones en su pasado y le había llenado de vacío, tristeza y desesperanza.

Un Caso Real:Perdón...

Hemos pasado muchas sesiones dándonos cuenta de la responsabilidad que ponía fuera en como había llegado a sentirse tan inválida emocional y físicamente, sesiones que finalmente se tradujeron en un acto de valor . El día que habló en primera persona, reconociendo que era ella quién se aferraba a el pasado doloroso frenando un futuro que ofrece oportunidades, las dos respiramos aliviadas.

Ese fue el comienzo de muchas sesiones donde el llanto daba paso a la palabra y la palabra nos ayudó a construir un presente que construía con sus propias manos, recobrando su fuerza, su ilusión, su sentimiento de valía, reconciliándose con aquella niña que fue un día.

Sin embargo a pesar de los avances un sentimiento teñía su cara, su voz sus gestos, dejando ver una lucha que hablaba de la necesidad de que alguien le aliviara su  carga, sin palabras pedía a gritos un «perdón». Hubiera sido fácil explicarle que no había nada que perdonar, pero ese lenguaje no llega cuando quien sufre no es la mente sino el alma.

Auto retrato: La mujer desnuda.

Le pedí que dibujara un autorretrato de si misma, y trajo un maravilloso cuadro de una mujer desnuda, de espaldas mirando a un acantilado. Me explicó que el acantilado representaba el temor a conquistar la libertad que estaba ganando durante la terapia, una libertad que la hacía responsable de sus decisiones en delante. Ya no cabe culpar a nadie cuando eres consiente de la manera en que tomas decisiones o dejas de hacerlo, y ese es el momento en el que se vive esa libertad de la que ella me hablaba que realmente da vértigo.

Seguimos mirando a la mujer y le pegunté que más cosas había en el cuadro y entonces habló del perdón. Me dijo que aquella figura no se perdonaba muchas de las cosas que no había hecho en el pasado, y sentía que habían condicionado su vida durante muchos años, y la mantenían en ese estado de tristeza y vacío que lo impregnaba todo.

Al finalizar la sesión le pedí que en casa se sentara y escribiera una lista de todas las cosas que ella creía que aquella mujer no se perdonaba y que las escribiera poniendo «yo me perdono…». Cuando tuvo consulta vino con una enorme lista llena de frases que leyó en voz alta, y cada una de ellas era más sabía.

Me-perdono...Le invité a que se pusiera frente al espejo enorme que tenemos en la sala de trabajo, allí quedaba reflejada su imagen, y su mirada coincidía con sus ojos. Con un rotulador le sugerí que escribiera las cinco frases que eran más dolorosas para ella, que más la dañaban. Haciendo el ejercicio su reflejo le devolvía constantemente realidad, y cuando terminó de escribir le pedí que tomara distancia y las leyera.

Primero las leyó en voz baja, y poco a poco fuimos subiendo el tono de voz, consiguiendo que finalmente pudiera escucharse a si misma con tal intensidad que sintiera la fuerza del perdón en su propia voz.

Ella seleccionó estas frases relacionadas con el Perdón:

  • «Yo me perdono por soportar y soportar hasta el infinito»
  • «Yo me perdono por sufrir tanto y en silencio.»
  • «Yo me perdono por exigirme tanto.»
  • «Yo me perdono por dejar pasar mi tiempo»
  • » Yo me perdono por no buscar una vida mejor para mi».

La voz se quebró igual que lo hizo su cuerpo y las lagrimas aliviaron la carga, por fin escuchaba un trato cariñoso hacia ella de su propia voz que tantas veces la condenaba por sus «errores» del pasado.

Yo me perdono...

Aceptar los errores.

En terapia las cosas no son mágicas, ni milagrosas por lo que será necesario continuar con este trabajo llevando la palabra a la acción, al compromiso en el día a día donde realmente encontrará alivio, y sobre todo la convicción de que los errores forman parte de la vida, cómo afrontarlos es lo que nos condena a sufrir.

Si somos capaces de tratarnos de una manera tierna, reconociéndonos tan humanos que es inevitable que cometamos errores, usando el perdón como herramienta,  será más fácil avanzar más ligeros, menos temerosos, un error no deja de ser un obstáculo o un reto, depende de cómo se afronte.

Gracias.

En mi consulta de psicóloga afronto muchos retos  cada vez que alguien toca la puerta y me pide ayuda, no nos conocemos, no sabemos que pasará una vez que comencemos, pero de lo que sí estoy segura es que para mí es un crecimiento constante y un privilegio poder acompañar a quienes tan generosamente me dejan acompañarles.

Las fotos son del día de la sesión, la paciente me dio su consentimiento y a ella le dedico este post, y la cantidad de emociones que viví junto a ella en la sesión, gracias de todo corazón.

Si les parece interesante lo que he compartido hoy, les invito a que comenten, o  hagan sugerencias de otros temas para hablar sobre ello.

No me canso de decir que este sigue siendo un espacio para compartir.