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Inés Ballesteros - Psicóloga en Tenerife

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Hoy me gustaría poner la mirada en el sufrimiento que se añade a un proceso de pérdida cuando en la vivencia de duelo sentimos la falta de reconocimiento o desautorización.

Veo en la consulta a pacientes que vienen justificando su malestar diciendo:

“No estábamos casados, llevábamos un año de relación, pero me duele mucho, era el amor de mi vida…nadie me entiende, dicen que ya encontraré otra pareja”

“Mi amiga se suicidó, y parece que nadie entiende como me ha impactado su muerte, ya sé que no es mi madre o hermana, pero para mí era muy especial”

“Llevábamos separados muchos años, sin embargo, cuando supe que había fallecido me quedé en shock, siento mucho que haya muerto y mi entorno no que me afecte tanto”

“Estaba de tres meses…y su corazón dejó de latir…cada noche sueño y tengo pesadillas, me siento mala madre, no puedo dejar de pensar si hice algo mal…sin embargo mi familia, mis amigas me dicen que volveré a quedarme embarazada, como si mi dolor por perder a mi hijo pudiera ser sustituido”

Lo que suele ser común en estar personas es que en su vivencia de duelo hay una falta de validación en relación a su dolor, como si no lo sintieran legitimado, como si la sociedad no diera significación a esa pérdida.

No nos damos cuenta que a veces nos relacionamos con los dolientes como si hubiera duelos de primera y duelos de segunda, unos más importantes que otros.

Cuando vivimos un duelo que no es validado o reconocido socialmente desarrollamos estrategias para protegernos del sufrimiento que nos genera no ser entendidos y acompañados cuando escuchamos cosas como:

“Solo era un perro, puedes tener otro”

“Eso nos ha pasado a muchas, veras que enseguida te quedas embrazada”

“Era una amiga menos mal, si hubiera sido tu madre estarías, peor”

Recibir estos mensajes nos lleva a pensar que no lo estamos haciendo bien, que somos quejicas, pero sobre todo que no se nos entiende, por lo que terminamos por callar, aislarnos, para protegernos de comentarios que añaden dolor al dolor y no sentir apoyo.

Y esto es contraproducente, el duelo necesita ser compartido, expresado, sanado en la relación con los demás, por eso es necesario entender.

Algunos ejemplos de situaciones en las que puede ocurrir un duelo no reconocido o desautorizado incluyen:

Muerte de una mascota: Aunque para muchas personas las mascotas son miembros queridos de la familia, algunas personas pueden minimizar o desestimar el dolor que se experimenta tras la muerte de una mascota.

Aborto espontáneo: La pérdida de un embarazo debido a un aborto espontáneo puede ser profundamente dolorosa, pero en algunas ocasiones, la sociedad puede no reconocer el duelo asociado con esta pérdida, especialmente si el embarazo no era conocido públicamente.

Muerte de un ex cónyuge o pareja: Aunque una relación haya terminado, la muerte de un ex cónyuge o pareja puede generar un duelo significativo para la persona afectada. Sin embargo, en algunas circunstancias, el duelo puede no ser reconocido por los demás debido a la naturaleza pasada de la relación.

Muerte de un amigo cercano o familiar no directo: A veces, el duelo por la pérdida de un amigo cercano o un pariente no inmediato puede no ser completamente reconocido por aquellos que rodean a la persona en duelo, ya que la relación puede no ser considerada lo suficientemente estrecha.

Duelo por pérdidas múltiples o en serie: Si una persona experimenta múltiples pérdidas en un corto período de tiempo, como la muerte de varios seres queridos o amigos en rápida sucesión, el duelo puede no ser totalmente reconocido o entendido por quienes lo rodean.

Es importante para aquellos que brindan apoyo ser conscientes de estas dinámicas y ofrecer comprensión y empatía a quienes están pasando por un duelo no reconocido.

Cuando un duelo es desautorizado su proceso se ralentiza, se congela, pudiendo dar lugar a duelos que se prolongan y se complican por el simple hecho de no ser entendidos, validados y acogidos.

Un duelo desautorizado puede generar culpa, vergüenza, la sensación de no estarlo haciendo bien, lo que lleva al aislamiento, al silencio, a la soledad.

El duelo de una pérdida se ajusta a las creencias de quién lo vive, no de quienes lo contemplan o acompañan.